Thomas Cook fue un viajero y emprendedor que nació en el inicio del siglo 19. En 1948 alquiló un tren y comenzó a organizar viajes con destinos específicos, descubriendo un gran nicho de mercado. El sentido del producto de turismo descubierto para entonces consistió en organizar grupos o tribus de consumidores de turismo para viajar en grupo a destinos específicos. Esto fue el inicio del turismo masivo, ese en el que los grupos, están uniformados del mismo color y con los mismos intereses, logro de la marca Thomas Cook. Llegaron a comprar y alquilar sus propios medios de transporte como aviones, barcos y trenes, como recuerda el sitio Merca2.0.

Hace 10 años comenzaron a generar productos para segmentos gay, solteros y adultos mayores. Gracias a la inclusión de estos segmentos se proyectó como una marca actual, moderna y diversa. Sin embargo, eso de viajar en grupo y sufrir el estrés de cumplir con todos los itinerarios maratónicos era muy cansado y regresabas más cansado a tu rutina. Viajar así se convirtió en algo como un trabajo.

Desde hace un año, la marca Thomas Cook empezó a tener muchos problemas de solvencia económica. Ganaba mucho pero gastaba mucho, la rentabilidad y las utilidades bajaban, buscó inversionistas y fondos pero todos dijeron que su modelo ya estaba muy explotado y no tenía futuro.

Es lógico: hace 5 años llegó Airbnb que le estaba quitando mercado, donde los mismos viajeros recibían a otros viajeros en sus casas, lejos de los viajes sin experiencias con servicios robotizados que ofrecía el enorme pero endeudado Thomas Cook. El 23 de Septiembre de 2019 la famosa agencia de viajes declaró la quiebra y aproximadamente 600.000 pasajeros quedaron varados en distintas partes del mundo y miles de aviones del estado inglés se lanzaron a destinos turísticos por los viajeros y defraudados.

Lo que le pasó a Thomas Cook le puede pasar a todos. La marca genera tanto éxito que se queda dormida en sus laureles y el éxito promueve roces de servicio y experiencia de producto entre la marca y el cliente. Estos malestares van desgastando la relación y surgen nuevas alternativas de experiencia y servicios que vuelven todo más fácil y se ganan el mercado. 

El desgaste espanta a los clientes. Este es el verdadero aprendizaje y es parte de la evolución e involución social del humano. Unos vienen, otra van, otros quedan y otros morirán. Evolución. Los que sobrevivirán no son ni serán lo más fuertes e inteligentes, los que vivirán son lo que logren adaptarse: Brand Adaptability.

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