La causa más común de incapacidad laboral es en un 37% enfermedades mentales como la depresión y el agotamiento. Según Amar Banerjee, miembro de la junta directiva del grupo asegurador Swiss Life, que realizó un estudio sobre el tema, "en comparación con hace diez años, eso es un aumento del 40%"

Las causas más frecuentes son estrés, presión y un pésimo equilibrio entre vida laboral y personal. El "burnout", también conocido como síndrome de desgaste profesional o del trabajador "quemado", se está convirtiendo en una enfermedad cada vez más popular. Y si bien la digitalización nos ahorra muchos esfuerzos también es la causa de muchas otros peligros para la salud.

Para comprender las consecuencias de la digitalización en nosotros mismos es importante echar un vistazo más profundo a la evolución del trabajo en sí. En la Edad Media los que tenían que hacer un trabajo duro y físico pertenecían a la clase baja mientras que el ocio y el placer estaban reservados para la nobleza. La Reforma Luterana cambió esta imagen: "el que es perezoso vive en pecado" y el trabajo duro se convirtió en una virtud cristiana.

Sin embargo, con la Revolución Industrial, la situación volvió a cambiar: el progreso técnico hizo que la vida fuera más cómoda pero al mismo tiempo más inquieta. Los turnos de 16 horas eran normales en las fábricas y cada vez más pacientes se quejaban falta de concentración, fatiga e irritabilidad. El médico de Nueva York George Miller Beard culpó de esos síntomas a la sobreestimulación metropolitana y acuñó el término "neurastenia", en 1869, uno de los diagnósticos más frecuentes a principios del siglo XX.

Pero el "burnout" no es nuevo y, estrictamente hablando, ni siquiera es una enfermedad. El agotamiento es una reacción natural del cuerpo ya que al enfrentarse a un supuesto peligro, el cuerpo responde liberando adrenalina y cortisol, vital para que nuestros antepasados reaccionen ante situaciones críticas rápidamente.

Hoy, aunque hace tiempo que no necesitamos cazar ni defendernos de animales salvajes, el sistema hormonal en nuestro cuerpo sigue siendo el mismo. Si el estrés persiste, lleva a una sobreproducción de cortisol, y eso nos hace enfermar. Los estudios demuestran que hasta un tercio de la población activa está en riesgo de sufrir este síndrome, pero la suposición de que quien más trabaja está más amenazado es una falacia. 

Una gran diferencia entre el mundo laboral actual y el de antes es cómo se realiza el trabajo. La digitalización ha revolucionado de manera significativa áreas como las comunicaciones y la informática. Sin embargo, nos vemos obligados a hacer todo lo posible en el menor tiempo posible y estamos mentalmente en alerta constante y, físicamente, sin mover el cuerpo, por lo general.

Esto se prolonga en nuestra vida privada: gracias a nuestro smartphone, siempre estamos disponibles y nos encontramos constantemente en una espiral de auto-optimización, tanto en lo profesional como en lo privado.

La culpa es de lo que los científicos llaman el "gen del agotamiento" y deja claro que la sensación de estrés no es solo cuestión de factores externos. La razón para la percepción individual del estrés es la cantidad de cortisol liberado en situaciones peligrosas, diferente en cada caso y que no puede ser influenciado externamente, sino que es congénita.

Así que, mientras algunos mantienen la cabeza fría frente a los plazos, las reuniones y las presentaciones, otros solo pueden mantener este ritmo durante un tiempo. Las hormonas del estrés en su sangre los hacen extremadamente poderosos a corto plazo pero si este estado hormonal de emergencia persiste, el resultado suele ser una concentración deficiente, sueño y trastornos digestivos.

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