La firma domina más de 90% del mercado de chips y proyecta ingresos que podrían duplicarse. Wall Street marca una década de expansión sin precedentes.
30.11.2025 • 14:00hs • ECONOMÍA DIGITAL
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Nvidia y la nueva economía de la IA: por qué Wall Street apuesta a un crecimiento que rompe todas las métricas
Nvidia dejó de ser una empresa de chips para pasar a ser el motor central de la nueva economía digital. Con una valuación de u$s5 billones y el liderazgo de Jensen Huang, la firma tomó una distancia inédita frente a cualquier otra compañía de tecnología y se convirtió en el termómetro que define cuánto vale el futuro de la Inteligencia Artificial.
El mercado leyó ese mensaje con claridad. En el último trimestre, la compañía elevó sus ingresos 62% y tocó u$s57.000 millones, un salto que superó incluso las proyecciones más optimistas. Los analistas ahora estiman que el cuarto trimestre podría cerrar con u$s65.000 millones, tres mil millones por encima de lo previsto apenas un mes atrás.
Para Wall Street no se trata de una racha ni de un ciclo particular: es el anticipo de una transformación económica que altera estructuras completas.
Por qué Nvidia no enfrenta una burbuja, sino un cuello de botella
Huang repite que las inversiones en IA ya no se basan en la expectativa de mañana sino en la necesidad concreta de pasado mañana. El mercado, dice, no observa un exceso de producción, sino el fenómeno inverso: una demanda que crece a una velocidad tan acelerada que la capacidad de la industria queda corta y obliga a apostarlo todo en infraestructura.
Esa lectura explica por qué la compañía muestra un fenómeno único. "En los últimos 12 meses sumó ingresos por encima de u$s200.000 millones y aun así mantuvo un ritmo de expansión anual del 65%. Ninguna firma con ese nivel de facturación logró algo comparable", sostiene el analista internacional Héctor Lucero.
"Nvidia domina más de 90% del mercado global de chips avanzados y marca precios en función de esa posición", agrega el experto. Su margen de 73% ilustra hasta qué punto el sector depende de sus diseños y de su velocidad de innovación.
La IA como motor del PBI estadounidense
Según Citigroup, la inversión global en infraestructura de IA trepará a u$s7,8 billones entre 2025 y 2030. Tres cuartas partes provendrán de empresas norteamericanas. Estados Unidos no solo financia el cambio tecnológico: lo impulsa, lo organiza y lo aprovecha antes que cualquier otro país, tal como describía Tocqueville al analizar la cultura del futuro constante en la sociedad norteamericana.
Hoy más de la mitad de las compañías de ese país usa IA de forma intensiva y casi todas planean adoptarla el próximo año. Ese salto se refleja en el crecimiento macro: el banco estima que 0,5% del PBI estadounidense en 2025 tendrá origen directo en la Inteligencia Artificial. Ese aporte podría duplicarse en 2026 y sostener una aceleración inédita.
El impacto global es inmediato. Una economía de u$s28 billones equivale a 27% del PBI mundial. Cualquier impulso en ese ecosistema repercute en los flujos financieros, las cadenas productivas y las decisiones de inversión de todos los mercados relevantes.
La década que define el nuevo capitalismo
Nvidia no solo vende chips. La compañía marca el ritmo de una transición económica que combina velocidad, escala y cambios estructurales. El avance de la IA ya no distingue entre pasado, presente y futuro. Todo ocurre de forma simultánea, en un espacio donde la innovación deja de ser una promesa y pasa a ser un hecho económico con impacto inmediato.
Para Huang, la próxima década multiplica por cuatro o cinco la demanda actual de procesamiento. Ese salto implica que los ingresos registrados en los últimos cuatro trimestres (que superaron en cada uno los u$s73.000 millones) podrían duplicarse o incluso triplicarse.
La revolución tecnológica no avanza detrás de categorías como optimismo o pesimismo. Se sostiene en una explosión de productividad que redefine la eficiencia, revaloriza el capital y crea oportunidades en cada sector de la economía global. El resultado es un escenario en el que la innovación deja de ser un concepto para transformarse en el nuevo estándar del capitalismo.