El lunes, muchos nos levantamos con la misma sorpresa: apps bancarias que no funcionaban, transferencias bloqueadas, plataformas de pagos congeladas y hasta portales de Amazon fuera de servicio. ¿El motivo? AWS, la nube más grande del mundo, tuvo una caída global que dejó a todos frenados durante horas.
Dependemos cada vez más de la nube, sobre todo en el mundo financiero. Agilidad, escalabilidad, seguridad. Los beneficios son muchísimos. Pero lo de ayer deja una pregunta incómoda: ¿qué pasa si ese proveedor falla? No importa si sos banco, fintech o usuario común: cuando el gigante tropezó, todos caímos con él.
¿Por qué es un riesgo depender tanto de un solo proveedor? Por las siguientes razones:
- Concentración: hoy, casi todas las empresas confían en muy pocos proveedores cloud. Si uno falla, el impacto es enorme y simultáneo
- Poca visibilidad: Cuando un tercero controla la infraestructura, perdemos capacidad de monitorear y reaccionar rápido
- Reputación y costos: detener un servicio financiero por horas, aunque sea por un motivo externo, daña la confianza y genera millonarias pérdidas.
¿Qué podemos hacer?
No se trata de desconfiar de la nube, sino de aprender a usarla mejor. Algunas ideas:
- Pensar en "multi-cloud": repartir servicios críticos entre distintos proveedores
- Planificar backups y medidas de contingencia, aunque parezcan exageradas
- Tener siempre presente el riesgo tecnológico y ponerlo en la mesa de decisiones
Lo que pasó con AWS es una gran llamada de atención. La nube llegó para quedarse, pero la confianza ciega nunca es buena consejera. Mejor diversificar, anticipar y estar listos para la próxima vez que la nube se ponga nublada.
*Diego Kupferberg es especialista en banca & Fintech de Taquion