Reino Unido y los Estados Unidos avanzan en un acuerdo de cooperación sobre regulación de activos digitales.

El secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, y la ministra de Hacienda británica, Rachel Reeves, trabajan en mecanismos para reforzar la colaboración transatlántica en este campo.

La propuesta fue discutida en una reunión en la que participaron compañías cripto como Coinbase, Circle y Ripple, además de bancos como Citi, Bank of America y Barclays.

Según el Financial Times, el pacto se cerró "a último minuto" y hará foco en las stablecoins, los tokens respaldados por activos tradicionales que este año cobraron protagonismo tras la aprobación de la Ley GENIUS en los Estados Unidos.

Este debate se da junto a la controversia que generó la idea del Banco de Inglaterra de limitar las tenencias individuales de stablecoins entre 10.000 y 20.000 libras esterlinas.

Organizaciones del sector cripto advirtieron que la medida sería costosa, difícil de implementar y representaría un freno para la adopción institucional, en un contexto en el que persisten dudas sobre fraude y volatilidad.

Un puente transatlántico para empresas y mercados

Sobre el acuerdo entre EE.UU. Reino Unido, Reeves explicó que es de esperar que una mayor alineación normativa facilitará el acceso de las empresas británicas a los mercados financieros más líquidos del mundo y, al mismo tiempo, atraerá más inversión estadounidense.

Varias empresas dejaron la Bolsa de Londres en los últimos meses y se trasladaron a Nueva York y al Nasdaq en busca de mejores valoraciones.

Fuentes del sector calificaron este acuerdo como una "enorme oportunidad para el Reino Unido en activos digitales" y explicaron que la política de la administración Trump convierte a la cooperación bilateral en algo "vital para impulsar la adopción" de estas tecnologías en territorio británico.

Funcionarios en Londres anticipan que la intención de acercar los mercados de capital de ambos países podría ser uno de los anuncios que acompañen el encuentro previsto entre Trump y el primer ministro Keir Starmer.

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