La Cámara de Representantes de Estados Unidos decidió posponer el esperado voto sobre la legislación que buscaba establecer un marco federal para las stablecoins. La medida, que contaba con apoyo de parte del sector cripto y financiero tradicional, fue vista como un paso atrás en el avance hacia una mayor claridad regulatoria. Las acciones de Circle y Coinbase reaccionaron en baja.

Sin embargo, más allá del cortoplacismo de los mercados, los analistas coinciden en que la regulación de stablecoins es inevitable. La cuestión ya no es si habrá una ley, sino cuándo y bajo qué condiciones.

Mientras tanto, el uso de estas monedas digitales estables sigue creciendo a un ritmo acelerado. Actualmente, las stablecoins ya mueven más de 7,5 billones de dólares al año en todo el mundo, consolidándose como un riel de pagos programables dentro del sistema financiero descentralizado e incluso en aplicaciones más tradicionales.

Pero hay un segundo componente emergente que podría acelerar aún más esta transformación: la Agentic AI.

Se trata de una nueva generación de agentes financieros autónomos basados en inteligencia artificial, capaces de realizar tareas complejas como reequilibrar portafolios, ejecutar pagos B2B, automatizar decisiones de tesorería y realizar auditorías en tiempo real.

La combinación entre stablecoins y Agentic AI representa una evolución radical: juntas funcionan como el sistema operativo de unas finanzas completamente autónomas, donde muchas de las tareas actuales realizadas por humanos pueden delegarse de forma segura y eficiente a algoritmos.

Desde el punto de vista operativo, esto podría:

A nivel estratégico, también plantea enormes retos en términos de diseño, gobernanza y responsabilidad legal.

Aunque la incertidumbre regulatoria en Estados Unidos plantea un freno temporal, el desarrollo de estas tecnologías avanza en paralelo. El mercado y las empresas del sector cripto-financiero están apostando cada vez más por soluciones que integren IA y dinero programable.

El interrogante que se abre ahora es si la política irá a la velocidad del mercado o si la innovación avanzará incluso sin un marco legal consolidado. En cualquiera de los escenarios, el rumbo hacia unas finanzas más autónomas ya parece estar en marcha.

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