La Argentina tiene historia de industria editorial, escritores célebres y gusto por la lectura. En tiempos digitales, la disponibilidad de libros en ese formato apenas roza el 20% y aunque la tendencia va en esa dirección, el ritmo es lento.

Sin embargo, hay otros fenómenos que se dan en paralelo y que no están medidos aún, pero están ocurriendo y, sin dudas, modificarán el negocio.

La edición de libros digitales ya acumula una década. Su inicio y su momento actual están marcados por el mismo patrón de desconfianza: la piratería.

Pasar un libro a formato digital corre el riesgo de que se escurra por los pasillos de la ilegalidad y llegue a determinados públicos sin que, a cambio, haya intercambio de dinero ni pago por derechos de autor.

"La edición digital evolucionará lentamente. Las ediciones comerciales, si bien se pueden hacer en las dos versiones sin mayores costos, a la hora de las ventas no es significativo", explica a iProUP Diana Segovia, gerente institucional de la Cámara Argentina del Libro (CAL).

Según la directiva, "la mayor parte de la facturación viene del formato papel" y agrega que no cuentan con "dispositivos específicos para impulsar una mayor adopción y tampoco medidas de seguridad suficientes, lo que pueden convertir en fácilmente 'pirateables' a las ediciones digitales".

Según los datos de la entidad, el 18% de los títulos que se editan son digitales. Este nivel equivale al 2% de la facturación total que obtienen las editoriales.

Estos números conviven con los que actualmente muestra la industria, que vienen en baja desde 2015. En 2018 se imprimieron 43 millones de ejemplares, contra 51 millones de 2017, 63 millones de 2016 y 83 millones en 2015, cuando se produjo la inflexión, según datos de la CAL.

En 2014, la industria había logrado remontar fuertemente lo sucedido en los años anteriores, que había soportado bajas desde 2011. Ese año el nivel de impresión totalizó los 129 millones de unidades cuando doce meses antes había retrocedido hasta los 88 millones.

Las razones de estos vaivenes y caídas sostenidas desde 2015 en adelante hay que buscarlas en la coyuntura argentina. Y pese a que el formato digital representa, en general, el 30% de lo que cuesta editar un libro en papel, las empresas que mueven la industria prefieren seguir en el camino tradicional antes que apostar más decididamente a la versión electrónica.

Tienen claro, según explica Segovia, que la tendencia es hacia la digitalización, razón por la que mantendrán el formato. Básicamente, porque en el exterior esa modalidad continúa creciendo de manera exponencial.

Y añade que parte de la decisión de no volcarse rotundamente hacia al libro electrónico antes que al de papel responde a que "no hay una demanda masiva" del e-book.

Analógico y digital

Una de las plataformas que opera en la Argentina, BajaLibros, viene registrando un crecimiento en torno al 25% anual, aún en el contexto de crisis que experimenta el país. Si bien admiten que no es popular, sí están convencidos de que se trata de un formato que viene a amplificar las posibilidades del papel.

"Todavía hay mucha pelea entre las editoriales. Ven al modelo digital como una competencia y no como algo que permite al lector hacer más cosas. Un ejemplo de la resistencia se advierte cuando las editoriales deciden no publicar en paralelo el papel y el digital", apunta a iProUP, Claudio Rodríguez, gerente de producto de BajaLibros y Leamos.

Existe cierto romanticismo de los argentinos con los libros, la lectura y el papel. Y este aspecto es advertido también por quienes apuestan al formato electrónico. Pero ni siquiera los amantes de la lectura en papel descartan pasar a la versión digital cuando no encuentran el texto buscado o, en una versión más pragmática, cuando hay un viaje en camino y es mucho más cómodo y liviano transportar el e-reader.

A nivel regional, el crecimiento del consumo de e-books es más alto. "Un reporte de Libranda señaló que avanza a razón de 35% por año, es decir, 10 puntos más que lo que ocurre en la Argentina", amplia Rodríguez. Brasil y México son los países que experimentan mayores alzas. Fuera de Latinoamérica, España, pica en punta.

A nivel regional ocurren cosas muy interesantes. Por caso, Venezuela y Cuba son los países con los mayores porcentajes de edición de libros electrónicos.

"La digitalización en la región es más o menos similar, excepto en Cuba y Venezuela donde tienen el 50% del fondo digitalizado porque tienen más problemas para la circulación", explica Daniel Benchimol, director de Proyecto 451, dedicado a la consultoría editorial.

El experto sostiene que las editoriales no ven al libro digital como un negocio tentador porque suponen que el mercado es chico. Sin embargo, remarca que el problema es que no hay una presencia más fuerte de plataformas y dispositivos que complementen la actividad, con excepción de BajaLibros.

Y advierte que la mayor deficiencia de la industria es que "nadie habla de lectura digital. No hay medición de lo que se consume en digital, sea paga o no paga. Y ahí las tasas son mucho más elevadas. El Desafío Leer es un ejemplo de esta situación", amplia Benchimol.

Se trata de una iniciativa de la Fundación Leer que se activó hace dos años y que consiste en el desarrollo de una plataforma similar a la de Netflix pero con libros para chicos de cero a 12 años mediante la cual ya se leyeron más de 2,5 millones de libros digitales. De hecho, hay 80.000 niños que leen en digital todas las semanas de manera activa.

"Esto demuestra que, cuando los libros están disponibles, hay una buena plataforma, una buena estructura y buena comunicación, los lectores leen y mucho", enfatiza Benchimol.

Una plataforma de libros digitales, similar al modelo del streaming de video, es el que se puso en marcha hace un año Leamos, pero sobre la que todavía no se encaró una estrategia de márketing fuerte, cosa que comenzará a ocurrir desde ahora.

Por una suscripción de $199 por mes se tiene acceso a un catálogo de 50.000 títulos de distintos géneros, y la chance de leer los textos en hasta seis dispositivos, tanto en formato online como offline. Un costo que resulta súper conveniente para no cesar en el hábito de la lectura.

"El formato de suscripción ya está más familiarizado entre la gente que entiende cómo funciona el modelo. Los primeros en aceptarlo son los lectores aficionados a la lectura", afirma Rodríguez, de Leamos quien asegura que ya hay 300 abonados a la plataforma.

Leamos está disponible, por ahora, sólo en la Argentina, aunque está claro que habrá expansión regional. Ese es el aspecto que consideró clave el director de Proyecto 451 para avanzar en la digitalización editorial.

"El editor no suele ver el mercado más allá de sus fronteras. Y el libro digital se piensa como un formato global, si no es muy difícil abordarlo de otro modo. En España, por caso, las editoriales venden el 60% de sus ediciones fuera de su país cuando se trata del formato electrónico. Y en los países de América latina ocurre lo mismo, pues la mayoría de sus ventas se producen por fuera de sus fronteras. Esa visión global del libro, cuando corresponde, no la suelen ver los editores", lamenta.

Desde la Cámara del Libro, Segovia admitió que el formato de suscripción es uno de los que crecerá a futuro y, en sintonía con Benchimol, también los sitios de ecommerce de libros, como también el segmento de audiolibros.

"La venta por comercio electrónico crece de manera exponencial. Algunas tiendas hablan de que este canal ya representa el 15% de sus ventas, cuando se trata de una plataforma como Mercado Libre, y que en un año pasaron de un 2% a un 15%", asevera Segovia.

Respecto de los dispositivos, para la directiva de la CAL la baja penetración de lectores electrónicos –como el Kindle de Amazon– retrasan también el camino hacia la digitalización.

Este argumento fue resistido tanto por Rodríguez como por Benchimol, quienes concuerdan en que más del 70% de la lectura digital se realiza en smartphones o en tablets que ya vienen preparadas para ser e-readers.

El sector editorial argentino es diverso, indicaron desde la Cámara. Hay cinco grupos editoriales y unas 300 Pymes distribuidas a lo largo del país que, en la visión de la entidad, no podría asumir los niveles de inversión que demanda la digitalización.

La caída en la cantidad de libros per cápita viene cayendo, al igual que la impresión de títulos. Según el SINCA (Sistema de Información Cultural de la Argentina), en los últimos cinco años se pasó de 4,6 a 3,5 libros por año por persona en el país. El mismo país que cuenta con una penetración de la telefonía móvil superior al 100% y un creciente parque de smartphones.

Hay coincidencia generalizada en el amor al papel. Los escenarios local y global obligan a pensar en nuevos formatos que sólo pueden encararse a partir de la digitalización. Hay proyectos en marcha que dan cuenta de ello.

El avance viene ocurriendo. Pero a un ritmo más cercano al de los tiempos analógicos que al de los digitales. Aún cuando el formato digital vino para compensar lo que no puede ofrecer, por su límite esencial, el formato de papel. 

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