Desde hace muchos años, los economistas vienen planteando la fragilidad estructural del sistema previsional. Este fenómeno, lejos de ser una situación transitoria de las economías más frágiles, representa sin dudas un problema de escala global.

Los motivos son realmente muy simples: ante la expectativa de vida creciente y un número de aportantes decreciente comparativamente en el sistema, surge naturalmente una pregunta básica: ¿cómo pagar y mejorar las jubilaciones, pensiones y prestaciones previsionales del futuro?

Como en cualquier otra situación, en la que una economía tiene que solventar un déficit que no cubre mediante los aportes asociados directos, las opciones del endeudamiento o la emisión siempre son una alternativa. Pero, como ya hemos analizado, lejos de significar un beneficio para la economía real, representan cambiar un problema por otro. ¿Cómo podría entonces abordarse esta situación?

Creo que aquí, puntualmente, es donde tenemos que contemplar la posibilidad de analizar este problema desde una óptica totalmente diferente a la que seguramente pensaríamos a priori.

Quizás, la solución no provenga necesariamente de utilizar los mecanismos tradicionales (incremento de la presión tributaria, emisión monetaria, toma de deuda, etc.), sino de achicar el nivel de gasto de un Estado en aquellos aspectos que no tengan impacto social negativo.

La idea de un experimento de este estilo no se basa en establecer un juego de suma cero en el que una parte de la población empeore retirándole beneficios para que otra parte mejore su situación.

Contrariamente, el enfoque apunta a reducir el nivel de gasto de un Estado en otro tipo de aspectos. Por ejemplo, todos sabemos que los Estados tienen que solventar distintos tipos de gastos y para eso necesitan hacer uso de los recursos que captan a través de los mecanismos tradicionales.

¿Qué pasaría, por ejemplo, si los gastos de un Estado fueran reducidos mediante una prestación directa por parte de los ciudadanos que ofrecieran sus servicios, conocimiento, tecnología, tiempo, recursos, etc. a cambio de un token regulado por el propio Estado, a través del uso de la tecnología blockchain?

¿Y como afectaría el comportamiento de los aportantes al sistema previsional dicho token si cumpliera el rol de permitir acceder a beneficios tangibles y concretos, tanto en el presente como en el futuro, quedando esa decisión a cargo de cada individuo tenedor de un token estatal?

Para clarificar, pensemos en el siguiente ejemplo:

Supongamos que un país X pudiera diseñar un sistema que permitiera a los ciudadanos prestar servicios al Estado directamente de diversas formas que redujeran su nivel de gasto. Los Estados, como todos sabemos, tienen que pagar insumos, servicios, empleados, productos, deuda, etc. Al mismo tiempo, supongamos que, por prestar dichos servicios, los ciudadanos pudieran recibir un token cuya acumulación les permitiera acceder a una mejor jubilación a futuro.

En el ejemplo que se plantea, el sistema previsional actual seguiría su curso habitual, pero se incorporaría un esquema de incentivos adicional donde los ciudadanos podrían, acumulando un nivel de tokens predeterminado, acceder a futuro a jubilaciones mucho más convenientes.

Adicionalmente, el token tendría que permitirle al ciudadano (sí así lo quisiera) utilizarlo en cualquier momento a cambio de servicios o beneficios tangibles (reducción de alícuotas impositivas, descuentos en alimentos, servicios, peajes, etc.).

Finalmente, el experimento tendría sentido si dicho token (que no es dinero fiduciario, cabe aclarar justamente para evitar el problema inflacionario) fuera intercambiable rápidamente por la moneda nacional de curso legal (sea digital o no), dándole así liquidez y, lógicamente, el éxito del experimento dependería en una enorme proporción de la capacidad del Estado para poder establecer una política monetaria donde el poder adquisitivo de la moneda de curso legal (y, por ende, del token asociado) no fuera inestable.

Para lograr esa característica vital, la tecnología blockchain tiene los atributos necesarios, pero requeriría un compromiso por parte de un Estado a la hora de establecer una política monetaria como también ya hemos analizado previamente.

En resumen, el token debería reunir las siguientes características básicas:

1) Ser intercambiable en el corto plazo por beneficios concretos en caso de así desearlo el tenedor.

2) Representar una promesa futura de acceso a una jubilación mucho más interesante que bajo el sistema tradicional. Los haberes a percibir por un individuo deberían ser fijados por el Estado en función de los aportes al sistema por la vía tradicional más los niveles de tenencia del token. Incluso, el Estado podría utilizar como mecanismo de incentivo la reducción de los años de aporte mínimos necesarios ante cierto nivel de tenencias del token.

3) Gozar de liquidez automática respecto de la moneda de curso legal digital.

En un modelo como el planteado, en el que una política monetaria predefinida en el largo plazo (mediante el uso de una blockchain) erradicara el clásico problema de la inflación por emisión, los actores tendrían incentivos financieros y, aún más importante, incentivos humanos para participar de un sistema como el planteado, ya que la reducción del gasto estatal canalizada apropiadamente podría no solamente solucionar –al menos, parcialmente– el déficit previsional, sino, en el mejor de los casos, mejorar las condiciones de todos los beneficiarios presentes y futuros.

Lógicamente, el principal problema y la cuestión de fondo sería la posibilidad de establecer confianza, asegurando que no existiría pérdida de poder adquisitivo de la moneda de curso legal y que los beneficios adquiridos presentes y futuros a través del token serían respetados. En definitiva, reglas de juego claras. Y para expresar esas reglas y aportar transparencia en el proceso, Blockchain, como tecnología bien utilizada, sin dudas puede aportar mucho para un experimento de este estilo.

Creo que es importante aclarar algunos aspectos indispensables para el éxito y salud del modelo propuesto:

1) El concepto de reducción de gastos del Estado no apunta –como se mencionó previamente– a un juego de suma cero. La idea de base no es restar puestos de trabajo, generar reducciones en prestaciones o beneficios adquiridos por los ciudadanos, ni nada que se la parezca.

De hecho, ese aspecto debería estar regulado estrictamente para no desvirtuar el sentido del modelo. La idea de base apunta justamente a reducir gastos en aquellas actividades donde el Estado no pueda naturalmente lograrlo. Por ejemplo, cuando vemos cotidianamente la necesidad de profesionales que no tienen interés en realizar ciertas actividades o establecerse en ciertos lugares o la escasez de talentos en ciertas industrias que puede generar un nivel de gasto superlativo en muchos casos para un Estado.

Nuevamente, la idea es reducir el nivel de gasto estatal cubriendo con un incentivo no fiduciario una necesidad que le reporta un gasto grande al Estado para que dicho ahorro se destine a cubrir y mejorar la prestación otorgada por el sistema previsional.

2) En un modelo como el planteado, los Estados deberían estudiar con claridad los gastos, tanto presentes como futuros, que el token representaría. El modelo requiere que un gasto estatal mayor sea transformado en un gasto menor, pero, en definitiva, siempre existe un gasto (presente o futuro) que debe ser contemplado e internalizado en el proceso por parte del Estado. Para ello, es imprescindible evitar caer en un proceso inflacionario.

3) En términos de teoría de juegos, la idea es buscar un equilibrio de Nash estricto y para que esto ocurra es necesario que todos los actores (el Estado, los aportantes y los beneficiarios) obtengan un mayor rédito actuando en conjunto que haciéndolo individualmente.

En este sentido, el beneficio presente o futuro del token debería poder al menos equiparar los beneficios de las opciones de retiro privadas tradicionales (aportantes) y generar un menor nivel de gasto al Estado.

Si la rentabilidad para el aportante que busca vías alternativas de retiro, fuera la mínima de media de la industria global, el token ganaría demanda al tener la posibilidad única de ser intercambiable por un beneficio presente en caso de así desearlo.

¿Sería simple implementar un modelo con estas características? Claramente, no. Debería ser modelado, testeado y analizado inicialmente en poblaciones pequeñas para inferir viabilidad en poblaciones mayores.

El arte de la economía, en su definición clásica, apunta a regular la distribución de recursos escasos de la forma más eficiente. Quizás es hora de que ampliemos esa definición: los recursos en muchos casos no son necesariamente escasos cuando se cambia el enfoque. Lo que puede ser escaso en todo caso es la voluntad de cambio. En un tema como el analizado, que afecta a toda la población mundial (presente y futura), creo que este tema merece sin dudas al menos experimentación para mejorar la calidad de vida de todos.

* Nicolás Collebechi, es economista, consultor y director de la Diplomatura en Criptoeconomía en el Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA). La diplomatura comienza el 27 de Marzo. Inscripciones e información - Escuela de Postgrados: ( 54 11) 3754-4843/4848

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