Hay momentos en la historia en los que la humanidad da giros radicales. Generalmente son recordados a partir de una batalla en el marco de una guerra, descubrimientos científicos revolucionarios o circunstancias fortuitas como la llegada de Colón a América. 

Esos grandes hechos luego son reflejados en libros académicos, se enseñan en los colegios y hasta inspiran novelas o series. Sin embargo, existen momentos que no involucran un hecho puntual sino un largo proceso que pasa desapercibido por volverse cotidiano, pero que generan no solo una bisagra en la historia de la humanidad, sino también ntercambio entre particulares y confianza mutua, permitiendo saltos cualitativos impensados hasta ese momento. 

Cuando hace más de 2600 años el Rey Aliates de Lidia mandó a acuñar las primeras monedas, "oficializaba" una evolución en el comercio que se inició con el trueque como primer intercambio interpersonal en la génesis de las antiguas sociedades y que luego mutaron al uso de productos de consumo como la cebada o la sal, que a pesar de los problemas para su conservación, transporte y almacenamiento, constituyeron un acercamiento al concepto del dinero que vendría después. 

Pero lo revolucionario del uso de la moneda es que representó una construcción social inédita hasta ese entonces: la confianza en que ese pedazo redondo de metal, acuñado en oro o plata, era también deseado por otra persona al extremo de usarlo como prenda de intercambio de productos o servicios por el valor simbólico que esa moneda tiene impreso. 

Ese acuerdo de confianza fue el disparador que permitió una verdadera globalización del comercio. El solo pensar en barcos o aviones cruzando los continentes cargados de sal o cebada, listos para hacer una transacción comercial, en la actualidad sonaría ridículo. Pero antes de la moneda era lo habitual. 

El dinero vino a replantear los acuerdos sociales preexistentes e instalar una nueva concepción que posibilitó, y facilitó, el posterior surgimiento del billete, la tarjeta de crédito y, con la llegada de internet, el comercio electrónico.

Ahora ya no era necesario un producto de consumo como pago, sino que ni siquiera se necesitaba un sustituto tangible. Hoy se estima que hay diez veces más dinero en circulación que el efectivamente emitido. Sin embargo el mundo, y el comercio, siguen girando sin que nadie entre en pánico. 

El proceso de evolución de las criptomonedas como medio de intercambio viene a romper nuevamente con los esquemas actuales, aunque reconfigurando características ya conocidas por la humanidad. 

La confianza de hace milenios en el monarca que acuñaba su moneda o la actual en los sistemas que respaldan el valor del billete, se traslada también a los sistemas de blockchain, como un lugar seguro para el desarrollo de las nuevas monedas virtuales.

Porque en base a sus características de trabajo colaborativo y posibilidad de un control abierto, permite suplir la necesidad de una instancia de tangibilidad. Y le dan el respaldo que una autoridad central estatal le da a las monedas comunes.

En cierto punto, esta descentralización que propone la alternativa de las criptomonedas retoma el punto de origen del sistema de intercambio premonetario al rescatar la esencia del trueque, generando la paradoja de una nueva revolución apoyada, quizás, en las características más antiguas del intercambio comercial: el acuerdo entre particulares y la confianza mutua. 

*Maximiliano Hinz es Latam Operations Director de Binance

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