Las criptomonedas poseen numerosas características defendidas por sus usuarios, pero de entre todas ellas existe una que se destaca por sobre el resto: gracias a ser descentralizadas, están fuera del alcance de las autoridades gubernamentales y monetarias.

Y por tal motivo, desde el sector se vio con buenos ojos que China dejara de concentrar tanto porcentaje de mineras de Bitcoin, para que la actividad sumara nuevos destinos y no se mantenga en mano de unos pocos.

Pero el escenario cambió en los últimos años y hoy este tipo de activos acoge entre quienes apuestan por ellas a grandes jugadores y empresas, de las cuales muchas también tienen un papel destacado en el tradicional mercado de valores.

Además firmas como Coinbase, por citar a la más conocida, se lanzaron a Wall Street este año.

 

Y este gran crecimiento acabó por ponerlas en la mira de los organismos de vigilancia financieros, quienes se están debatiendo cómo asegurar que no utilicen para el blanqueo de dinero o la financiación del terrorismo.

La administración de Joe Biden y su campaña para recuperar los fondos abonados en criptomonedas tras el gran ataque hacker llevado a cabo en Estados Unidos es un ejemplo claro de ello. Peor también supone un grave riesgo que provocó una división en el sector.

De esta manera, según anticipa Ian Taylor, director ejecutivo de CryptoUK, muchos de quienes apostaron por estos activos digitales en sus inicios, por estar "fuera del control centralizado", deberán aceptar a los grandes operadores convencionales.

Así, la firma Crypto.com, aseguró ser la primera de su tipo en obtener una licencia de institución de dinero electrónico -en Malta-, lo que le permitirá emitir tarjetas de pago y deja la puerta abierta a que más compañías la imiten. ¿Qué hará el resto del sector?

 

Con un volumen total de 1,3 billones de dólares, el mercado de criptoactivos ha dejado de ser una moda pasajera y ansía una madurez que aún está lejos de llegar. Son activos refugio para unos y productos puramente especulativos para la mayoría. Inversores, empresas e instituciones alaban las mil y una posibilidades de la tecnología de registro distribuido (DLT, por sus siglas en inglés) y miran de refilón el desarrollo de divisas digitales de los bancos centrales, que podrían minar el desarrollo de los criptoactivos.

Los activos digitales registraron en el arranque de 2021 un auténtico boom al calor de la espectacular revalorización registrada por el bitcoin. El criptoactivo por excelencia inició el año por debajo de los 30.000 dólares y escaló por encima de los 63.000 arropado por Tesla y su fundador, Elon Musk, así como por su adopción por parte de otras empresas y catapultado por la salida a Bolsa de la plataforma de compraventa de activos digitales Coinbase. Pero hasta ahí. Desde finales de abril el universo de los criptoactivos ha visto cómo desaparecían de un plumazo más de un billón de dólares, penalizado por el endurecimiento del veto de China y problemas de la plataforma Binance en el Reino Unido.

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