El universo automotor evoluciona a pasos agigantados, y está transformándose mucho más rápido de lo que se esperaba. De mano de la digitalización de los vehículos y su constante conexión a internet, también se transformará la rentabilidad que los fabricantes extraen de cada vehículo.

Y no solo se trata de modelos de movilidad como servicio o fórmulas de renting, se trata del abandono del modelo tradicional de pago único por elementos de equipamiento extra, a un pago por suscripción. En definitiva, cada auto se parecerá cada vez más a una suscripción a Netflix.

Pata económica

Los fabricantes de coches quieren sacar a sus vehículos la mayor rentabilidad posible. Tradicionalmente, además de tratar de vender un auto lo más equipado posible, obtenían ingresos durante la vida del vehículo mediante el servicio post-venta.

Revisiones rutinarias, accesorios, eran y son parte importante de la rentabilidad de las marcas de autos. Sin embargo, algunas marcas han tratado de desarrollar modelos de pago por uso, suscripciones mensuales que permiten el uso de un vehículo sin ataduras, bajo ciertas condiciones y restricciones.

Estas suscripciones han sido probadas desde hace unos años, pero no han sido demasiado exitosas. La fórmula del car-sharing ha tenido éxito, pero tampoco ha sido la revolución que muchos se prometían ya que su éxito fue bastante acotado a ciertos modelos.

La pandemia del Covid-19 ha sido el golpe de gracia para los servicios de car-sharing que ya estaban en la cuerda floja. Con todo, los fabricantes siguen buscando formas de que los usuarios gasten su dinero en sus modelos, y preferiblemente, para que lo hagan con una predecible periodicidad mensual.

Computadoras con ruedas

Desde hace unos pocos años, los coches son auténticos computadoras con ruedas. Centros de telecomunicaciones con servicios conectados a Internet. Servicios accesibles desde sus equipos de infotainment, como pueden ser la posibilidad de consultar el estado del tráfico en tiempo real o el precio de los combustibles.

Muchos autos nuevos cuentan con estos servicios disponibles durante meses o incluso unos pocos años, de forma completamente gratuita. Tras el periodo de prueba, estos "servicios conectados" suponen un costo anual accesible.

La pandemia del Covid-19 ha sido el golpe de gracia para los servicios de car-sharing que ya estaban en la cuerda floja.

Sin embago, se debe entender que todo el hardware que está instalado en el vehículo eleva el costo de fabricación y el precio de compra, incluso para aquellos clientes que no van a usar dichas funciones.

Otra problemática es que no tardarán en proliferar especialistas que "desbloqueen" estas funciones por un precio muy inferior al que pide la marca.

También se abre la puerta a que algunos vendedores activan ciertas funciones durante la venta del coche, y desactiven sus periodos de prueba una vez el coche ha sido vendido.

En resumen, estos son posibles escenarios que se llevarán a cabo en una década, y de una problemática que aún no se ha materializado del todo, producto de la necesidad de una rentabilidad recurrente en un escenario cada vez más regulado y competitivo, publicó Diario Motor

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