Este fue un año en el que bitcoin -y el negocio de las criptomonedas en general- tuvieron una caída muy fuerte. El precio de la moneda digital llegó a casi los u$s20.000 a fines de 2017 y al iniciarse el 2018 comenzó su desplome, y si bien hubo algunos altibajos, la caída hoy se hubica por encima de los u$s3000.

Para entender si hay esperanzas de recuperación, hay que analizar los factores que intervinieron en esta baja de la moneda digital.

Uno de esos factores tiene que ver con la burbuja. Según La Nación, cuando bitcoin estaba en ascenso el año pasado, parecía una tendencia en la que todos querían intervenir. Si bien muchos alertaron que podía ser una burbuja, es difícil advertir una cosa así cuando uno está en medio del asunto. Al igual que en anteriores burbujas, la gente basaba su creencia en las criptomonedas en sus emociones, no en un valor intrínseco.

Esencialmente, el bitcoin se convirtió en una fiebre internacional. Muchas compañías se estaban "volcando a blockchain" por ningún motivo aparente aparte de que parecía una manera de llamar la atención. 

Entre los que se anticiparon, Mark Dow, administrador de un fondo de alto riesgo, escribió hace casi exactamente un año acerca de su decisión de vender bitcoin después de que comenzaran las operaciones a futuro: "Esta vez se siente diferente. Se siente como una burbuja. La fiebre, luego del Día de Acción de Gracias, se recalentó más que antes. También comenzamos a ver una respuesta robusta de oferta".

Para comprender la dinámica que llevó a este año deprimente para las criptomonedas, hay que comenzar unos años antes. En los primeros tiempos de bitcoin, Mt. Gox era el servicio al cual había que acudir para manejar las transacciones.

Luego, en 2014, cesaron las transacciones y lentamente fue haciéndose cargo de un hackeo de criptomonedas por valor de u$s773 millones, el mayor de su tipo en aquel momento, y eso hizo que mucha gente repensara las cosas. Pero no se terminaron los hackeos. En 2016, DAO -una organización de blockchain basada en ethereum- tuvo pérdidas por valor de u$s50 millones debido a un error técnico que alguien aprovechó. Esto, una vez más, provocó ondas de choque en toda la comunidad, pero también provocó que a algunas personas este tipo de hackeo comenzó a parecerles normal.

A fines de 2017 y comienzos de 2018, más gente -especialmente en el establishment del mundo financiero- estaba prestando atención a bitcoin y las operaciones con criptomonedas. Y a comienzos de enero de 2018, el mercado japonés Coincheck informó de un hackeo por u$s534 millones. Esto sucedió justo cuando el bitcoin comenzó a caer de manera acelerada.

Según Stephen Innes, jefe de operaciones en Asia para la agencia de cambio Oanda, los hackeos fueron el primer elemento que tuvo un efecto depresivo sobre las criptomonedas.

Al enterarse de los montos de dinero que los ladrones lograban llevarse, dice, "los consumidores quedaron muy preocupados de que su dinero pudiera desaparecer".

Luego del hackeo a Coincheck -y de otro muy grande que golpeó al mercado coreano Coinrail- gobiernos de Asia oriental comenzaron a intervenir. En pocos meses, China, Japón y Corea del Sur anunciaron distintas medidas para regular mejor las operaciones con criptomonedas. El mundo estaba atento a si esta nueva tecnología llegaría a masificarse y la intervención gubernamental luego de los hackeos gigantes ayudó a empañar la percepción del público.

Por cierto, luego de su pico de casi uS420.000, a comienzos de 2018, el bitcoin cayó a alrededor de u$s10.000 y rondó esa cotización por un tiempo.

Más allá de la intervención de algunos gobiernos, lo que el bitcoin realmente necesitaba para alcanzar un éxito sostenido era una aceptación masiva. Mientras algunas instituciones financieras anunciaron proyectos para explorar soluciones basadas en blockchain, muchas otras se resistieron. El CEO de JP Morgan, Jamie Dimon, por ejemplo, hizo múltiples comentarios a lo largo del año expresando su antipatía general por las criptomonedas. 

Mientras tanto, hay abundante especulación de que el gran auge del bitcoin pudo haberse debido a una maniobra de "inflar y abandonar". Una teoría que, según se dice, está analizando el Departamento de Justicia de Estados Unidos.

Es que la moneda digital tether (supuestamente atada a la cotización del dólar para lograr una criptomoneda menos volátil) fue usada para manipular el mercado del bitcoin y causar una gran subida de su precio. Esta teoría surge de un trabajo académico, que se refiere a tether de modo muy condenatorio. Y también llevó a muchos a creer que la locura inicial por el bitcoin fue manufacturada y estaba destinada a la quiebra.

Otro golpe institucional contra bitcoin -que, según La Nación, probablemente tuvo el efecto más sostenido- fue la negativa de la SEC (la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos) a aprobar un fondo negociado en bolsa (conocido por la sigla ETF) del bitcoin. Esta hubiese sido una vía para que más inversores de peso hicieran su experiencia con blockchain y les permitiría mojarse la punta de los dedos con bitcoins sin poseer el activo en forma directa.

Pero no fue sólo el pesimismo externo lo que lo llevó a la baja, sino también los conflictos internos. Los blockchains son sistemas descentralizados y democráticos que requieren del compromiso de los participantes para que el motor siga andando. Cuando hay un cisma que no puede ser resuelto por mayoría, se arma un pandemonio. En 2016 esto se hizo evidente con el hackeo de DAO. 

¿Cuál será la situación para el año próximo?

Por cierto que estamos en un punto muy distinto a lo que se daba hace 12 meses. Lo que era una commodity caliente se ha convertido en una papa caliente que nadie quiere tocar. Aún así, esto casi con certeza no será el fin para el bitcoin o para las criptomonedas en general. Pese a la comprensión de que fue una burbuja, aún los más duros críticos le ven algún futuro.

Dow, el primero en vender bitcoins, por ejemplo, mencionó en su mensaje inicial que una persona puede ser "simultáneamente entusiasta de blockchain y pesimista respecto del bitcoin" y acaba de anunciar que deja de vender.

Mientras tanto, incluso los más entusiastas evangelistas del bitcoin están advirtiendo que es momento de cambiar. Michael J. Casey, asesor de investigaciones sobre blockchain de la Iniciativa de Monedas Digitales del MIT, recientemente escribió que ha llegado el "criptoinvierno", pero puede llevar a cosas mejores más adelante.

La buena noticia es que el fulgor de la opinión pública eventualmente se disipará y, al apagarse los reflectores, los verdaderos desarrolladores se encontrarán en un ambiente más sano dentro del cual hacer el trabajo necesario para destrabar el potencial de esta tecnología. Vimos un período similar de construcción positiva en el lapso 2014-2016.

Sean cuales sean los nuevos productos, tendrán más dificultades para ser aceptados. Nos guste o no, el mensaje y la imagen son importantes.

Ese parece ser el mensaje general de la mayoría. Incluso Innes, que ha sido crítico del bitcoin y las operaciones con criptomonedas desde hace bastante, admite que esto no significa que el blockchain sea una farsa. De hecho, cree que hay una perspectiva positiva.

"Si esta base puede sostenerse -dice- [el precio] comenzará a derivar hacia arriba". Pero no por fervor o confianza ciega de que el bitcoin es el futuro, sino debido a avances por el lado de la tecnología.

"Esta es una tecnología legítima, se va a expandir", dice. "Mi visión de más largo plazo no se aproxima ni siquiera a lo que es mi punto de vista actual", añade, al tiempo que asegura que incluso podría alcanzar los US$10.000 nuevamente. Pero probablemente llevará unos años. Por ahora, hay que esperar y ver.

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