Una encuesta reciente elaborada por INECO, IDEA y Puntual reveló que el 37,2% de los trabajadores en Argentina consideró seriamente dejar su empleo por motivos relacionados con la salud mental.

Y no se trata de un dato aislado: según el mismo estudio, el 85% de los colaboradores cree que su trabajo afecta directamente su salud emocional

Frente a este panorama, la figura del líder como soporte emocional y guía humana se vuelve más relevante que nunca. La autoridad técnica ya no alcanza. Hoy se espera algo más. Se espera alguien que escuche, que acompañe, que esté atento.

La Organización Mundial de la Salud estimó que la ansiedad y la depresión provocan la pérdida de más de 12 mil millones de días laborales al año en el mundo.

Ese dato, por sí solo, ilustra el costo económico de desatender el bienestar emocional, pero no muestra el impacto real: las personas que están detrás de esos números.

Algunas cifras ayudan a entender mejor este fenómeno. Según una investigación de Mind Share Partners, en colaboración con Qualtrics, el 76% de los empleados manifestaron tener problemas de salud mental al menos una vez durante el último año laboral.

Pero más significativo aún es que el 50% dijo que sus líderes no estaban preparados para ayudarlos.

Entonces, ¿cuál es el rol del liderazgo frente a este escenario?

La respuesta no está solamente en la oferta puntual de beneficios dispersos. Aunque las herramientas como el mindfulness, la meditación o las terapias complementarias pueden ser valiosas, lo realmente transformador es cuando estos recursos se integran dentro de una cultura organizacional que prioriza el bienestar como una decisión estratégica y cotidiana.

Que no los usa como parches, sino como puentes hacia una forma de trabajar más humana y sostenible.

La firma Interact realizó un estudio entre más de mil empleados, y el resultado fue categórico: el 91% de ellos señaló que uno de los principales problemas de sus jefes era la falta de comunicación. No de habilidades técnicas. De comunicación…

La Universidad de Westminster, por su parte, demostró que la implementación de pausas breves para meditación o ejercicios de atención plena ayudó a reducir en un 31% los niveles de estrés.

A veces se piensa que hablar de emociones es sinónimo de debilidad. Pero es todo lo contrario. Se necesita coraje para abrir espacio al cuidado en contextos exigentes. El cuidado no resta productividad. La potencia. Porque una persona contenida emocionalmente no solo se siente mejor. Trabaja mejor.

Según la Asociación Americana de Psicología, el 92% de los trabajadores estadounidenses considera importante que su empleador se preocupe por su bienestar emocional. Y no lo consideran un lujo. Lo ven como una condición para poder desarrollarse en su rol.

Los líderes, sin embargo, no son inmunes. Según el mismo estudio citado por Harvard Business Review, los gerentes tienden a reportar niveles de salud mental más bajos que sus propios colaboradores.

Esto revela una paradoja: quienes más deben sostener emocionalmente a sus equipos, muchas veces no cuentan con recursos ni contención para hacerlo.

En este contexto, las plataformas de teleconsulta pueden ser una herramienta clave. No se trata solo de facilitar el acceso a una consulta médica o psicológica, sino de crear un entorno accesible, seguro y confidencial donde las personas puedan atender sus necesidades emocionales sin barreras. 

Desde Briut lo vemos a diario. Empresas que buscan soluciones pero no saben por dónde empezar. Equipos de liderazgo desbordados, que quieren ayudar pero sienten que no tienen las herramientas.

Allí es donde el abordaje desde las neurociencias, el entrenamiento en inteligencia emocional o la creación de espacios regulares de escucha marcan una diferencia. 

La consultora Gartner introdujo el concepto de "liderazgo humano" para describir a aquellos que "muestran autenticidad, empatía y adaptabilidad".

Según su investigación, los equipos liderados bajo este paradigma tienen 1,5 veces más probabilidades de alcanzar un alto desempeño y el doble de probabilidades de permanecer en la empresa por más tiempo.

Ese tipo de liderazgo no se improvisa. Se aprende, se entrena, se elige. Requiere que el líder se conozca, se observe, y tenga la humildad de revisar su impacto sobre los demás.

También implica entender que las emociones no se quedan en casa al comenzar la jornada laboral. No se cuelgan en el perchero, junto al abrigo. Las emociones llegan con nosotros a la oficina, a la computadora, a la reunión de seguimiento.

Por eso es tan necesario que las organizaciones habiliten espacios de conversación sincera, y no solo con psicólogos o coaches.

También entre compañeros, entre líderes y equipos, en los pasillos, en la pausa del café. A veces basta con una pregunta hecha a tiempo: "¿Cómo estás?". Y la disposición genuina a escuchar la respuesta.

Un estudio realizado por la profesora Shimul Melwani, de la Universidad de Carolina del Norte, demostró que los equipos cuyos líderes demostraban apertura emocional reportaron niveles más altos de confianza y cohesión grupal, lo que se tradujo en mejor rendimiento y mayor creatividad.

No es magia. Es neurobiología, es gestión de vínculos, es cuidado. Y cuidado también es productividad.

Lo que hace unos años parecía parte del mundo del desarrollo personal hoy forma parte de la gestión empresarial.

Meditación, pausas activas, entrenamiento de la atención, conciencia plena. Todo eso tiene lugar en el trabajo. Porque el trabajo ocupa gran parte de nuestra vida, y lo que allí ocurre moldea quiénes somos.

En Briut Salud, trabajamos con organizaciones que entendieron esto. Que no buscan solo evitar el estrés, sino construir bienestar. No buscan apagar incendios, sino crear ambientes sanos, sostenibles. Que entienden que cuidar no es un gasto. Es una inversión con altísimo retorno.

El bienestar, por supuesto, no se terceriza. Se construye dentro. En cada vínculo, en cada decisión de liderazgo.

Por eso, cuando pienso en cómo liderar, no pienso solo en planificar, decidir o resolver. Pienso en escuchar, en ofrecer pausa, en generar confianza. Pienso en la escena de aquel colaborador que me dijo que no se sentía bien.

Y me pregunto: ¿cuántas veces esa escena se repite sin que lo sepamos? ¿Cuántas veces podríamos hacer algo, pero no lo hacemos porque no lo vemos, o no sabemos cómo?

Cuidar a las personas no es paternalismo. Es liderazgo. El del presente y el del futuro.

*Por Ariel Dosoretz, COO & Co-Fundador de Briut Salud

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